Gane quien gane, el futuro es incierto

En las campañas prevalece la confrontación, el descrédito del otra y otra, la ausencia de argumentos y un debate serio y propositivo. La descalificación es el signo. 

Un buen número de candidatas y candidatos presume que a través de estas estrategias ganarán electores y como van las cosas pareciera que algo tienen de razón. El entorno en el que andamos da para eso y mucho más. Es cuestión de atender los debates que se han organizado en los estados en que habrá elección para gobernador para percatarse de que las propuestas son sometidas por las agresiones, descalificaciones y filtraciones.

El problema es que gane quien gane no se ve cómo surjan gobernantes que cambien de manera profunda y estructural el estado de las cosas; bajo esta dinámica las y los candidatos si algo no ofrecen es futuro. Apelan a los ciudadanos a través de argumentos menores en función del descrédito.

La idea de que no somos como ellos o los de antes sirve como mecanismo para ganar votos, aunque en el fondo no quede claro quiénes son y qué pretenden hacer en caso de que triunfen.

El gran enigma está en lo que van a decidir los ciudadanos. Lo más importante será si se van a dar tiempo para ir a votar. Bajo el clima en que se está viviendo podría ser que creciera el abstencionismo, lo cual es una mala noticia desde donde se vea.

Los ciudadanos andamos expuestos a todo tipo de rumores, desde aquellos en que se asegura que si no se vota por un partido les quitarán los apoyos hasta que la oposición va a resolver las cosas casi que por arte de magia. En el fondo lo que se busca es, de manera engañosa, condicionar a los ciudadanos.

Las estrategias no son nuevas, lo que está pasando es que como en pocas ocasiones la polarización está alcanzando altos niveles bajo el conmigo o contra mí, lo cual deriva en un ambiente poco favorable para la fiesta de la democracia. Las alternativas se diluyen, porque las campañas no dan para tener claridad de por quién votar en medio de una gran cantidad de temas que se nos cruzan.

En medio de adversas condiciones de vida, los ciudadanos están más preocupados, con razón, en su día a día que en por quién votar, el oportunismo es una herramienta de campaña.

Se paran enfrente de la gente sin quedar claro qué ofrecen, echando por delante promesas banales y en algunos casos le dan rienda suelta hasta al karaoke como un singular mecanismo de diversión y distracción ante la falta de ideas y propuestas.

La búsqueda del descrédito se ha venido dirigiendo también, de manera riesgosa y tendenciosa, hacia el INE. El Presidente y su partido están creando desde hace varios meses un ambiente adverso contra el instituto, lo que puede derivar en que en caso de que el resultado electoral no les sea del todo favorable, somos de la idea de que Morena va a ganar bien, aunque no como hace tres años, se lancen argumentos de todo tipo denostando y acusando al árbitro.

El Presidente y la sometida dirigencia de su partido han empezado a hablar de fraude. El riesgo que corre la elección no está en el 6 de junio está en la forma en que se va a interpretar el proceso la noche misma de la elección.

Como colofón también hemos entrado a singulares alianzas. La decisión de Ricardo Bours, candidato de MC a la gubernatura de Sonora, de sumarse a la alianza Va por Sonora se enmarca en una problemática local, pero también en mucho lo que veremos de aquí hasta el 6 de junio.

Pocas propuestas, debates insulsos, propaganda lamentable, engaños, presiones por doquier, críticas al árbitro, un presidente que tiene metidas las manos en el proceso, violencia política, una elección histórica y un futuro incierto gane quien gane.

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Esta columna se publicó en La Razón el 19 de mayo de 2021.

Agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarla en BalamNews.

Javier Solórzano Zinser

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