SOSTENIBLE Y SUSTENTABLE: LAS POLíTICAS DEL FUTURO

“Se equivocan aquellos gobiernos quienes creen que el futuro de la modernidad consiste en sacrificar espacios verdes por más edificios, en derrochar combustible y no usar energías limpias, en privar el proceso orgánico del campo por el cortoplacismo y la comodidad que representa la importación de los tratados de libre comercio”.

Ciria Weyman Pescador

La cumbre climática que encabezó Estados Unidos de Norteamérica el pasado Día Internacional de la Tierra dejó un mensaje muy contundente para las naciones del mundo. La directriz de desarrollo económico será la de un desarrollo sostenido y sustentable. Uno que termine con la depredación de los recursos naturales y que aproveche el boom del desarrollo científico de las últimas décadas utilizando las mejores tecnologías disponibles, uno que dé paso al rezago social – tan prominente en Latinoamérica- sin pasarle factura a las futuras generaciones como ya es tradición.

Entre los países presentes, Canadá se comprometió a reducir las emisiones de CO2 en un 50 por ciento para 2030, el gigante de Brasil tan vigente por el problema en el Amazonas neutralizará para 2050 las emisiones de carbono, y China prometió para el 2060 abatir completamente este problema. En el caso mexicano se habla de una reducción del 22 por ciento para 2030.

No olvidemos nunca, que las políticas a largo plazo dan frutos muy jugosos y como no ejemplificar en esta materia a los países europeos tal es el caso de Luxemburgo donde el 20% de su territorio es espacio protegido, Austria es en donde más se recicla después de Alemania, en el tema de acuicultura Noruega es referente, y Suecia tiene un gran compromiso con las energías verdes al igual que Singapur. Por mencionar solo algunos.

La desigualdad prevalece en el Sur

Ser parte de una economía solidaria o popular forma parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible contenidos en la Agenda 2030 de Naciones Unidas. Sin embargo, para Latinoamérica el reto es aún mayor y se presenta en un escenario mundial desigual.

Su implementación no será fácil, sobre todo cuando el 30.2 por ciento de la población en la región vive en situación de pobreza, según informes de la ONU; mientras siga persistiendo la cultura del privilegio y la demagogia política; en tanto las brechas en educación, salud y servicios básicos sea cada vez más grande; mientras continúe la incertidumbre en el mercado laboral para las generaciones, y cuando la política social siga descansando sobre bases institucionales frágiles.

Sin embargo, el costo puede ser mucho más alto de no poner manos a la obra, causando inundaciones muy fuertes como sucedió en Argentina y Uruguay, o dar paso a mega sequías las cuales han afectado a Chile y México donde el 85 por ciento del territorio presenta aridez y ya hasta el glaciar Ayoloco desapareció. Es terrible recordar como los devastadores huracanes han dejado miles de muertos, siendo Puerto Rico la nación más afectada y a su vez la subida del nivel del mar también causó pérdida de archipiélagos e islas de Panamá.

Lo cierto es que el cambio climático viene y es fuerte. De no actuar los gobiernos mundiales, impactará en el turismo, tan importante para el PIB de la mayoría de países, en las cosechas, en la cantidad de agua utilizable y por consiguiente la población será menos saludable. La pérdida económica puede impactar hasta en un 20 por ciento a nivel mundial en las próximas décadas, y de no hacer algo a tiempo el cargo de conciencia no tendrá precio.

Ciria Weyman

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