FERTILIDAD: COSMOVISIÓN MAYA
Para la mayoría de los pueblos nativos del mundo, la naturaleza es un sistema vivo que contiene la inteligencia necesaria para la conservación de todas las especies. Una sustancia esencial que concibe todo lo que podemos advertir con los sentidos e incluso con el entendimiento más allá de estos.
En México la idea de la fertilidad y los ritos consecuentes de ella se diversifican conforme las comunidades expresan sus plegarias y agradecimientos a estas fuerzas energéticas amables que todo procuran.
En la Riviera Maya se adoraba a Ixchel, diosa de la fertilidad, agricultura, de los ciclos naturales y de la sexualidad global. Su delicada veneración se debía a su fluctuante estado de ánimo, ya que tanto podía generar vida como muerte, por ende, los mayas no dudaron en dedicarle templos, actos y ofrendas que eran plegarias hacia lo vital fundante y en movimiento.
Ixchel es representada con el arcoiris, la luna, la tierra y como una tejedora de la creación que con sutileza hace que las cosas respiren y tengan importancia en el orden de toda especie. El “estambre” o hilo con el que se confecciona o hilvana la naturaleza está en las manos de esta diosa relacionando así al cordón umbilical con el ducto por el cual se alimenta todo lo que existe y deja de hacerlo. Itzamná es el dios principal de la sabiduría maya que habrá de ser consorte de Ixchel, en esta unión se concentra precisamente la sacritud máxima del pueblo maya, son ellos los que generan el cambio, la trascendencia y la importancia de existir y morir en el rumbo de la comunidad hacia una espiritualidad, que incluso hoy prevalece y es presencia de todo el que es sensible al pulso del relieve humano.