UN CUADRO EN LA SELVA

 UN CUADRO EN LA SELVA

Tengo un constante gusto por observar los cuadros en los lugares donde me encuentro.

Para mí, los cuadros son unos portales de meditación, porque los veo y me sumerjo en los colores, las formas, las texturas, la composición, luego gira mi mente en recorrer el cuadro, entender los movimientos de las pinceladas (si es que las hay), descubrir formas y hacer una lectura de los elementos, una historia, puedo seguir jugando con entender la imagen como un todo y hasta jugar a cómo sería si tal o cual color continuara, o si se cambiara. 

Es todo un escenario donde las interpretaciones pueden ser jugadoras de una conversación conmigo o con alguien más que se encuentre por ahí. Esto es parte de vivir un cuadro.

Observo ahora una ventana en la selva, su contenido tiene movimiento porque el viento mueve a las hojas, el cielo cambia de color y se matiza con las nubes, puede haber lluvia, hay sombras, las aves cambian el paisaje, una ardilla o cualquier otro animal. Todo cambia sutilmente y además el espacio tiene vida. En la ventana puedo seguir el movimiento de las plantas, el cambio de los colores día a día, casi imperceptible y el tiempo pasa y yo sigo viendo el interior de la ventana que es el exterior de la casa.

Regreso a ver un cuadro, el cuadro no cambia, no hay luces que se muevan, hay un instante captado, una idea que se manifiesta. Una idea de la que se puede hablar mucho porque hay una intención y habrá su interpretación. En la ventana y en el cuadro hay algo que siempre cambia y ese soy yo.

Pablo Almeida

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