Crece la represión en Corea del Norte
Prisioneros dentro de un pequeño país, donde son vigilados noche y día, transcurre entre tensión y hambre la vida de los norcoreanos, bajo las leyes extremas del presidente Kim Jong-Un, quien prohíbe, con penas crueles, cualquier producto cultural que venga del extranjero.
Este régimen de opresión, copiado de la antigua Unión Soviética y repetido hasta que explotó en forma de cambios en numerosos países de Europa del Este, se aplica desde hace muchos años en esta nación asiática, donde todos sus habitantes desconfían del prójimo y tienen miedo.
Yoon Mi-So recuerda que, cuando tenía 11 años de edad, vio cómo ejecutaban a un hombre porque le habían encontrado un filme surcoreano. La ejecución se hizo pública para imponer el ejemplo ante la gente. Dice que el hombre lloraba y los guardias no tuvieron piedad.
A quienes intentan cruzar la frontera para huir al extranjero los asesinan, quienes siguen viviendo allí no disponen de Internet ni redes sociales y están obligados a ver unos pocos canales de televisión nacional, permeados de mensajes ideológicos y noticias tergiversadas.
Para rematar esta represión, el presidente ha impuesto una nueva ley contra todo “pensamiento reaccionario” y a aquellas personas que sean sorprendidas con materiales de papel y audiovisuales, en cualquier formato, que no sean del país, les espera la pena de muerte.
Sólo por ver una película extranjera la condena es de 15 años en un campo de concentración. No hace mucho tiempo, tres adolescentes fueron enviados a un campamento de reeducación por cortarse el cabello como ídolos del K-pop y usar los pantalones por encima de los tobillos.
Como Hitler y Stalin, Kim somete a la población de su país a una densa y constante propaganda ideológica e impide que tenga referentes del mundo, en un momento crítico en que asola la pandemia, escasean los alimentos, y la policía y el ejército despliegan una gran represión.
Con información de la BBC